Folk, vasos rotos y violines parlantes (el pasajero de reserva 07/11/16).
Igual que a veces acabas viendo una película porque te gusta un actor, los aficionados a la música, cuando reconocen el nombre de ese interprete secundario que imprime carácter y mejora la secuencia – y la melodía -, pueden acercarse a grabaciones varias con la certeza de que encontrarán el sonido que les gusta o al menos, alguna nota de interés. Y algo así fue con el violinista Jaime Lapeña, cuya mención en los créditos de los discos imprimía un marchamo de calidad folkie que incrementaba el interés en la escucha, independientemente del artista de que se tratase. Luego ya, con menos premeditación, se terminó apreciando su versatilidad a las cuatro cuerdas, la cualidad de la interpretación, el acabado del arreglo y la emoción con la que contribuía a buscar el mejor lado de las canciones o a completarlas. A juzgar por los estilos que toca y ha tocado (clásica, celta,