RELOJ DE TORMENTAS (EL PASAJERO DE RESERVA 18/04/18).
En la escala Beaufort, los vientos huracanados y precedidos de un mar blanco y de escasa visibilidad, se manifiestan a través de la voladura de vehículos, árboles, casas, techos y personas. Efectos catastróficos que desde tiempos han condicionado los asentamientos, la producción y las migraciones y que en las regiones más castigadas, se han convertido en un evento con el que convivir. Fue durante la última década del siglo XIX cuando un mecánico y un hidrógrafo, concibieron y pusieron en práctica un artefacto que, fruto de la implantación generalizada de la telegrafía y del registro continuado de patrones atmosféricos, se convertía en un auténtico cronómetro meteorológico. Aunque el margen de error que evidenciaban sus pronósticos era aceptable, la burla y rechazo de las sociedades meteorológicas terminaron por arruinar el invento, impidiendo su comercialización y reduciéndolo a una anécdota marginal en la bitácora científica. Pese a ello, el “reloj de tormentas”,