No se nos alboroten por lo tremendo de la afirmación. Ya sabemos que no es necesaria ninguna prueba de paternidad para esto del blues: es la música del diablo!!! O eso le decían al protagonista de esta noche cuando apenas era un niño. Y menudo demonio estaría hecho, se empeñó en conocer aquella música folclórica afroamericana del sur de los USA, visitando in situ sus muchas cunas allá por el delta del gran río, y tuvo la genial idea de transcribirla en partitura. Un arte de tradición oral se iba a poder plasmar de forma escrita. Y publicarse, editarse, distribuirse… Toda una revolución. Y no sólo eso, también mostró la gran importancia de registrar las cosicas, firmarlas y defender derechos de autoría. Abajo nos encontramos al páter en pleno proceso de creación y, a los lados, dos de sus más míticas partituras. A la izquierda Memphis Blues (1912) por la que recibió 50 dólares y hasta luego, Lucas. A la derecha Saint Louis Blues de apenas dos años después. Por ella llegaría a recibir 25000 dólares al año. Una notable diferencia. El pueblo afroamericano ya empezaba a escribir y a leer, incluso la letra pequeña.
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